miércoles, abril 30, 2008

nowhere to go

El diagnóstico del domingo en la tarde fue apendicitis aguda.
Y me operaron tres horas después.

Ahora estoy por unos días en la casa de mi madre, en la misma pieza que fue mía tantos años y me siento un poco inútil porque no puedo hacer nada sola y porque quiero estar trabajando y caminando en la lluvia y andando en micros vacías y no sé. Siento que tengo que darle un giro a mi vida, y rápido, pero no tengo claro hacia dónde. ¿Será que siempre uno termina avanzando sin rumbo, o en algún momento uno para y dice claro, esto era, para acá voy bien?

Tiempo de cuestionamientos.
Otra vez.
Y yo sólo quiero encontrar mis respuestas.

jueves, abril 24, 2008

ojos brujos

Si te aplauden, nunca presumas hasta saber quién te aplaudió.
Ése es uno de mis proverbios preferidos.

Me he dado cuenta de que cada vez soy menos susceptible a las opiniones ajenas, buenas o malas, que cada vez me produce menos satisfacción el reconocimiento externo que el propio, que de repente quizás llegue un día en que de verdad no me importe absolutamente nada lo que nadie piense de mí. Quizá es bueno. Quizá no. Pero es.

Hace dos días vi a Franco por primera vez desde que terminamos. Fue loco. Fue lindo igual, porque yo pensaba que de repente no íbamos a saber de qué hablar ni cómo, y no; fue caminar y sentarnos y conversar de todo lo mismo que cuando estábamos juntos, como si nunca nos hubiéramos separado. Franco será eternamente el hombre que se quedó conmigo, que se atrevió, que se la jugó y me amó de verdad, tal como soy, y me enseñó tanto de la vida, del día a día, de las historias que se construyen trabajando. A él siempre lo voy a querer hasta el infinito, aunque el amor se nos haya escapado sin que lo pudiéramos retener.

Hoy me vestí de rojo y tengo ganas de almorzar algo rico.
Ya terminé los temas de la revista del próximo martes.
Ahora quiero seguir leyendo El Conde de Montecristo.

martes, abril 22, 2008

cascadas de miel

A veces creo que soy dulce y buena.
Después me doy cuenta de que no.

Hoy ando bonita porque estoy contenta, con la guata un poco apretada (¿más cambios? ¿otra vez?), y con ganas de... no sé, de seguir leyendo El Conde de Montecristo quizá, acostada en mi cama tomando sopita y aprovechando que hace frío y que está nublado y que desde mi casa se ve tan lindo el cielo.

Cuando pienso en el amor, pienso en tardes frías con abrazos, en domingos de silencio, en besos y sonrisas y cosas lindas como una cartita abajo de la almohada o un chocolate en la mochila, en lágrimas de repente, en la palabra precisa en el momento perfecto, en minutos de magia abajo de la lluvia o en la playa o en Providencia de noche. Pienso en un montón de detalles chiquititos, en marraquetas con mantequilla al desayuno, en caminatas por el parque vacío, en una copa de vino conversada.

Yo he vivido el amor.
Entiendo que viene, que se va, que es libre y hace lo que quiere.
Lo que importa es que cuando llegue, encuentre siempre la puerta abierta.

jueves, abril 17, 2008

nothing in between

Nunca me ha gustado la gente lais.
Y eso que estudié en uno de esos colegios.

Aunque lo que de verdad me molesta es la poca capacidad de algunas personas de hacer algo por sus vidas. De valerse por sí mismas. De elegir y tomar decisiones conscientes, sabiendo que se trata de la propia historia, que cada uno construye su camino. Ahora que tengo tanto tiempo libre y sola, pienso mucho. Y pienso que el día que yo vuelva a enamorarme, será de alguien que entienda que todo se consigue con trabajo y perseverancia, sin echarse a morir, sin agotarse, sin ser cómodo ni quedarse sentado esperando a que las cosas pasen. Si algo admiro de Franco, si algo me gustó siempre de él es, justamente, su capacidad de levantarse y volverlo a intentar mil veces.

Por eso no podría enamorarme de un lais. De esos hombres que casi tienen treinta y no hacen nada. De los que no saben preparar su comida, ni lavar su ropa. De los que siguen preguntando de qué colegio saliste apenas te conocen, y eso que ya hace rato dejaron de estudiar. De los típicos que necesitan a una mina linda y media tonta, que los entretenga y ojalá no tenga opinión, no se cuestione, no piense, no se atreva a nada que vaya en contra de las reglas establecidas y socialmente aceptadas.

Yo no tengo que darle explicaciones a nadie.
Soy una mujer libre y en paz.
Estoy orgullosa de cada día que he vivido.

jueves, abril 10, 2008

un espejo de cristal

Escribo desde un cibercafé en Escuela Militar.
Hoy temprano tuve un desayuno y otra vez aprendí a maquillarme.

Como este martes no se publica nada mío en la revista me tomé la tarde libre, dejé de pensar en que mañana tengo prueba de filosofía y acá estoy, después de haber visto 31 minutos sola en la sala de cine vacía del Parque Arauco, de haberme columpiado mucho en Vespucio mientras cantaba canciones buenas y las niñitas me miraban desde los autos y les daba risa y de haber almorzado una ensalada del Subway que es, solamente, mi comida preferida del momento.

Estoy contenta. Siento que estoy recuperando una parte de mí. Siento que me debía mucho tiempo también, y que entre tantos días se me escapan las horas y que al final me paso cumpliendo y se me olvida todo lo demás. No es que me haya vuelto frívola, aunque lo temí en algún minuto, sino que estoy ahogada con el sistema. Filo. Siempre hay una salida.

Por ahora, sé que me veo linda aunque no me mire en ningún ventanal.
Cierro los ojos y sonrío y doy gracias por la tarde en que recordé que estoy viva.
Todo pasa por algo, que no se me olvide nunca.

lunes, abril 07, 2008

worth all the while

Casi las once de la mañana y yo escribo que tengo frío.
Sigo odiando el aire acondicionado.

Llevo una semana sola y soltera, paseando con mis amigas y saliendo a carretear de repente, triste al principio y tranquila ahora porque en el fondo se veía venir tanto y hace tanto tiempo que siento como si ya hubiera vivido un luto de un siglo. Ayer me inscribí en el café literario de Providencia a ver si vuelvo a leer, empecé a Vargas Llosa y me gustó tanto que después no me podía dormir. Además, el sábado mi hermana me invitó a tomar café helado al Sebastián y lo pasamos ultra bien. En la noche, en la micro a la casa de la Antonia, miré por la ventana y me di cuenta de que esto es la vida. Nada más. La independencia, la libertad, las decisiones que me han llevado a cumplir cada uno de mis sueños de a poquito. Mi mp3 acompañándome a las once de la noche camino a La Dehesa y después la conversación con el chofer, porque fui la última en bajarme.

Siento que todo se acaba y empieza.
Para Franco, pido la felicidad más infinita.
Para mí también.