jueves, septiembre 28, 2006

un poco de miedo

Me voy.
En la tarde hablé con mi mamá.

Ahora tengo esa pena absurda, gigante, que sólo me da cuando alguien llora y yo tengo algo que ver. Tengo esa pena de los domingos en la tarde de antes, sola y el mundo a veces tan gris. Tengo esa pena de despedidas, de último día de colegio, de terminar un pololeo de noche y sin estrellas.

También estoy contenta. También me río sola de repente, y escucho a Bebé mil veces, y me encojo de hombros mientras pienso que tengo que empezar a embalar mis cosas, a separar mis libros, a limpiar mis recuerdos y vaciar esas cajas llenas de papeles. A ver qué quemo, qué guardo, qué me importa todavía.

Es la dualidad de las decisiones, supongo. Es el sueño que se cumple y el ciclo que se acaba. Es la certeza de que estoy haciendo lo correcto, de que estoy siguiendo mi camino y que no alcanzo a distinguir quiénes avanzan por un lado distinto.

Si todo sale bien, feliz.
Si todo sale mal, lo intentaré de nuevo.
Ahora tengo a Franco conmigo.
El mundo es de colores.
Doy gracias infinitas a Dios y al universo por esta oportunidad.

martes, septiembre 26, 2006

learned in time

A veces, como ahora, no quiero hacer nada.
Mi hermana acaba de cumplir catorce años.

En la mañana llegamos con Franco de Viña, viajamos ayer para presentarle a mi hermano y mi cuñada y mis sobrinos y toda esa parte de mi familia que me encanta. Fue lindo. Me gustó que nos sentáramos a mirar las estrellas con un mate y sin calcetines.

Cuando yo tenía catorce, me puse a pololear durante un año, un mes y tres días. Ha sido hasta ahora mi relación más larga, infidelidad de por medio, única y última creo yo. Me acuerdo que conocí a los que siempre fueron mis mejores amigos y que íbamos al cine a ver películas malas y que me encantaba porque me dejaban andar en micro y antes no. A mi hermana, le escribí una carta larga y con fotos. Feliz cumpleaños.

Me duele un poco la guata porque me comí tres pedazos de esa torta de mazapán de nuez que estaba tan rica. Conversé un ratito con la Mili pero igual quedó medio pendiente. En la tarde me junté con la Toña y tomamos bebida afuera del metro El Golf, hace tiempo no la veía y la echaba montones de menos. Es bueno tener cerca a la mejor amiga.

Mi novio, ocupado con Starbucks.
Yo, empezando a ordenar definitivamente mis cajones.
Ya tengo pieza nueva.
Casi nadie sabe todavía.

jueves, septiembre 21, 2006

en la otra esquina

Si muero de repente,
sin despedirme,
- siempre he odiado las despedidas-
si no dejo cartas abajo de ninguna almohada,
si no alcanzo a besarte una última vez,
por una balacera en la mitad de la calle
o una micro secuestrada de ésas que me imagino todo el tiempo,
si muero con zapatos,
cantando mientras camino,
durmiendo soñando que duermo al lado tuyo,
quiero dejar el testimonio,
las letras,
las palabras en silencio.

Si muero mañana o más tarde,
cuando sea vieja y canosa y sepa tanto de la vida,
ojalá sea arriba de un árbol,
acostada en el desierto contando estrellas,
dedicándote otra canción,
bailando sola (o contigo) bajo la lluvia en el pasto
descalza, por favor,
con los ojos abiertos
y un libro en la mano
y el corazón corriendo
y el cuerpo agotado.

Si muero y no alcanzo a avisar,
ni a llevarme ese baúl de cartas,
quiero música cliché y globos de colores.

Quiero la magia
de lo que no se entiende,
quiero mi infancia,
mis penas y mis glorias,
mi amor,
mi fe,
mi certeza.

Si muero de repente,
dejo escrito que viví.

martes, septiembre 19, 2006

lean on me

Se terminó el muffin de chocolate.
Ahora tomo una taza de té tibio mientras hablo con Franco por messenger.

Fue un día complejo. Me lo lloré todo. Y es que a uno de esos almuerzos donde nadie se ríe, se sumó la pena de mi novio y el estrés de no poder hacer lo que quiero porque se me olvida que todo pasa a su tiempo y no al mío. Filo. En su casa jugamos un juego de skate, soy muy mala pero lo pasé increíble, y entre tanto rato juntos y tranquilos que siempre termina tan rápido, se arregló el mundo.

Me siento de piernas cruzadas frente a la pantalla, pelo amarrado y un anillo de compromiso de metal que encontró Franco en los sillones vacíos de Starbucks, y escribo que mi vida es mejor desde que mi novio está conmigo. Caminar de a dos no resulta difícil, ni siquiera para mí que me creía incapaz de un compromiso de verdad y que fuera más allá de promesas y reproches. Es sólo seguir el paso, y si alguno se demora un poquito parar y hacerle compañía. Al final, supongo que la vida de pareja es que somos tú y yo, de a uno, pero también somos nosotros, juntos.

Me demoré en comprender que no sólo me bastaba vivir.
Iba a faltar alguien con quien compartir la vida.
Eso lo descubrí con Franco.

domingo, septiembre 17, 2006

material world

Me gustan las luces de Santiago en la noche.
Escribo sin zapatos y con un poco de frío.
Hoy me puse calcetines diferentes.

Tengo ganas de escribir de cosas importantes y no sé cómo. De repente me doy cuenta que los grandes temas siguen estando tan lejos mío, aún cuando llegué a sentirlos tan cerca, a veces de turbante y cantando mantras, o mirando el mar en una playa vacía. De repente, ya no me cuestiono nada y no sé por qué. Y parece que lo echo un poco de menos. Que tengo ganas de una visita a mi hermano, a Viña, al templo a cantar con los devotos o por último a la misa de Pedro de Valdivia otra vez porque hace tanto que no voy.

Quiero vida espiritual.

El langard ya no me basta para sentir a Dios y a las Diosas vivos, y ya no tengo eso en la guata cuando rezo antes de dormir. ¿Dónde estoy? ¿Hacia dónde estaba yendo? ¿Y cómo mi camino de ahora me va a llevar hasta allá?

Dudas.
Certezas.
Silencio.

Al final, sólo soy un montón de fe ciega.
Nada más.

martes, septiembre 12, 2006

back again

Casi no dormí en el viaje.
Lloré más de tres veces antes de partir.

Acabo de pasar un fin de semana increíble, sábado de playa comiendo empanadas de mariscos incluido, y ahora estoy en mi pieza de paredes casi vacías con mi novio y los bolsos sin desarmar. No quiero haber vuelto. No me gusta que termine el sueño de la vida juntos, de saber cómo sería y recordar que no es, porque en Santiago todo es tan distinto.

En Copiapó vi una casa fucsia y una mariposa naranja.

Dormimos y almorzamos sin hora. Conocí una familia donde a cada quien se le respeta en su individualidad. Me vestí con ropa de verano, me puse aros bonitos otra vez y carretiamos con mi suegra.

Termino hoy el post que empecé ayer apenas llegada, acabo de descubrir que Franco tiene blog recién estrenado, soy tema de escritura y me encanta. The real world se me vino encima en un día, eso sí. Inevitable, apertura de Starbucks a las siete y media de la mañana y otra vez ropa negra y beige, el pelo amarrado y horarios en la agenda.

No fui a San Gregorio porque me dieron miedo los balazos.
Anoche vimos Caché y después mi novio peleó con un señor gordo y muy idiota en la micro.
Tengo la tarde libre. Parece que voy a dormir un poco.

viernes, septiembre 08, 2006

beautiful world

Bus al norte.
Hace cinco horas y media estoy en Copiapó.

Hay sol y flores por todas partes, la gente que Franco conoce aparece en la plaza o en las calles y al final terminamos tomando café con uno de sus amigos que estaba en el mismo banco que nosotros, después de los helados de pisco sour y la feria de artesanía y su abuela, su tío, su mamá, recién su hermano chico que me prestó el computador.

Acá no existe el tiempo ni lo que se debe hacer. Estoy bailando una música que nunca había escuchado y parece que la hubieran compuesto para mí. Me fascina todo. No necesito nada. Vivo la felicidad absoluta con la persona que amo.

Escribo sin zapatos, manga corta, pantalones nuevos.
Mi novio está preparando almuerzo.
Respiro hondo y siento que existo en la eternidad.

lunes, septiembre 04, 2006

pieces of me

Ayer alojé en la casa nueva de la Toña.
Acabo de salir de mi pauta de taller.

Este tiempo ha sido de recordar momentos antiguos. De revivir un poco las historias que alguna vez me marcaron mucho. De encontrarme con partes de mí que están cansadas de no entender. We live in a cynical world, diría Jerry McGuire, y yo no sirvo para fingir. Eso es todo.

Hoy en la micro, último asiento y ventana abierta, piernas arriba aunque todavía me duelen de la clase de yoga la semana pasada no es mi culpa que mi estado físico sea un desastre, recordé qué sentía cuando tenía tiempo, aunque sin un peso en el bolsillo. Fue loco. Fue como si la vida se me viniera encima. No quiero que llegue ese día, vieja de pelo blanco y largo, y me mire al espejo y no me brillen los ojos. Es lo único que todavía me da miedo.

Por ahora, vivo a ratos. Muero de repente. Quiero dejarlo todo y partir con Franco a conocer el mundo. Quiero mi silencio de vuelta. Disfruto cada pedacito de libertad que alcanzo a respirar. Me lleno de soles y de amaneceres, de helados de chocolate y niños que se ríen, para que mis decisiones no me pesen tanto. Para que el sistema no me termine tragando. Por ahora, todavía alcanzo a bracear para tomar aire y aguantar un poco.

No quiero más clases aunque no vengo tanto, ni relojes, ni alarmas, ni ropa negra con cuello y aros cortos mientras sueño en colores, ni el metro tan lleno y tan serio y tan frío cuando ya está llegando la primavera.

Me hacía falta ver a la Toña.
Bostezo y me trago dos lágrimas saladas.
Tengo tantas ganas de cerrar los ojos y que mi novio me abrace hasta que me quede dormida.