Odio las horas.
Si no tuviera que estar en treinta y ocho minutos más poniéndome la pechera con bolsillos de Starbucks, creo que subiría la música y bailaría al sol. Llamaría a la Toña para que nos tomáramos un café. Terminaría el libro de cuentos de Cortázar. Escribiría otra vez mi guión.
Sé que son opciones. Que yo opté porque las horas existieran en mi vida durante varios meses. Pero nada. No es que me arrepienta ni mucho menos. Es que ya me cansaron los relojes, solamente.
Quiero salir a caminar sin saber que en algún momento tengo que volver.
sábado, noviembre 19, 2005
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