A las diez de la mañana me subí a un bus, asiento diecisiete, al lado de la ventana, y partí a Viña.
Increíble.
Como regalo de cumpleaños adelantado, almorcé en la terraza del Enjoy del Mar. Comí ensalada y torta de lúcuma y tomé café y jugo de chirimoya, aunque no en ese orden. Antes me acosté al sol, arriba de un pareo fucsia. Después me bañé en olas congeladas. Caminé por Libertad y por plazas y por la playa. Escribí. Leí. Dormí.
Es verdad que de repente quise compañía. Tú, específicamente. Pero fue lindo. Y antes de volver, me junté con mi hermano un ratito a conversar de la vida. Doce horas después de un bus repleto, me siento frente al computador un poco menos blanca y con arena en el pelo.
Mi diosa, hoy, es Inana.
Reconocer mi sombra.
Se acaba un día de sol.
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