Utilidad. Comodidad. Necesidad.
No sé por qué es útil un prepago que nunca tiene minutos, ni cómodo que me ubiquen a cualquier hora en cualquier lugar, ni necesario estar pendiente de dejarlo en silencio antes de entrar a clases, pero el hecho es que, desde ayer, tengo celular de nuevo. La Toña cambió el suyo, y me lo regaló.
Es raro.
Me había acostumbrado a desaparecer.
Lo seguiré haciendo, seguro. Apagaré el celular de repente, y me subiré al teleférico para ver el atardecer desde los pies de la virgen o qué sé yo. Pero es divertido. Y como tiendo a ser un poco obsesiva, no me complica mirar todo el día si es que ha sonado sin que yo escuchara, o si el silencio obligado mientras trabajo me hizo dejar de contestar llamadas importantes. Aunque casi nadie tiene mi número.
Perdimos las elecciones. Igual era un poco obvio.
Escucho Queen.
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