Siete y media de la tarde.
En mi departamento a medio desarmar, mirando el cielo por la ventana.
Ya estoy en mi segunda semana de vacaciones. El tiempo ha volado entre tantas visitas a lugares para arrendar, pintando las paredes blancas blancas, tomando decisiones sobre qué quiero para mi futuro (y mi presente, que es incluso más importante), y durmiendo mucho, cada vez que puedo, donde sea y sin horario. Igual estoy cansada. Tengo las cosas un poco más claras, obvio, si no para qué serviría el tiempo libre y las sesiones con mi sicóloga y las pastillas maravillosas que me devolvieron al estado zen que creí haber perdido para siempre. Pero me falta. Bastante. A veces creo que nunca voy a encontrar mi camino. Como si la vida no fuera más que un montón de círculos que se abren y se cierran y se tratara sólo de eso. De cerrar uno y empezar otro, eternamente.
Ando mucho menos preocupada de la muerte, también. Y más de mi gato y de que la gente sepa que es bueno ser vegetariano. Yo no me comería al Conde, eso está claro. También estoy contenta con Mati. Es bacán. Es mi mejor amigo, aunque a veces discutamos por las cosas más tontas.
Siento que estoy en un despertar lento, muy lento, pero a paso firme y seguro.
Que voy a volver a ser yo, la misma, la de entonces y la de ahora.
Que voy a volver a creer.
miércoles, febrero 11, 2009
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3 comentarios:
Todos pasan por una etapa así, la mejor de las suertes para ti, aunque creo que no las necesitaras...
Un abrazo.
Eso es lo importante pensar positivo y saber que aveces pasamos x estados malos pero eso no sera lo definitivo.
Abrazos
Carolita... pase a saludar... veo que estas en tiempos de cambios... esos tiempos siempre son buenos, más aún si se piensan en positivo...
Un abrazo
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