En el diario.
Traje frutillas de La Vega para el almuerzo.
Hace un tiempo, cuando empecé a trabajar en la belleza de la revista, me perdí y casi caigo enferma de frivolidad. Empecé a comprar ropa con plata que no tenía, a encantarme con tonteritas como carteras para los eventos y zapatos de taco que nunca usé, a pasar mis tardes de compras en los malls, a disfrutar más de una manicure de peluquería que de un libro acostada en el pasto, a tomar taxis que pagaba con mi línea de crédito a fin de mes. Empecé a olvidarme de las cosas importantes. Dejé mi vida y mis sueños, mi energía creativa, mis letras, mis ideas.
Pero me salvé.
Hoy, ya no me importa si toda mi ropa nueva la compro en la ropa usada. No necesito sentir que invierto en mi look, porque no necesito tener un look más que para los eventos, que son mi trabajo. No trato de caminar sobre siete centímetros ni sobre diez ni sobre veinte, porque amo mis zapatitos planos y mis zapatillas de cebra. Hoy, ya no finjo. No pretendo. No me interesa llegar a ser alguien en un universo que para mí está tan lleno de nadies.
Me siento en paz.
Segura de que, en el fondo, no nací para ser gris.
El mundo está lleno de colores.
jueves, octubre 09, 2008
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5 comentarios:
escribes bonito. Suerte en todo lo que emprendas.
Seguro era algo por lo que tenías que pasar. A mí me pasó, y no fue bueno, pero me sirvió para saber que en verdad no era lo mío. ¡Besos!
Sobrevivir se convierte a veces en un arte. Me gustó tu blog.
Te leo.
Mira chica bella, mi abuelita decia que habia que vivir cada dia como si fuera el último,por que el mañana tal vez no llegue,asi que me encantó que hoy estes dedicada a ser tú y no lo que los demas quieran de ti,se feliz lo demas no importa.
besos
Antonia
Hay que pasar por todas las etapas para poder decidir lo que más te gusta.
Saludos.
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